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sábado, 15 de julio de 2017

Compartiendo el evangelio

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

Domingo 16 de Julio de 2017 – décimo quinto durante el año
Evangelio según San Mateo  13,1-23  -forma breve- (ciclo A)
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!".



¡HAGAMOS LA PRUEBA!

Este Evangelio nos habla de la importancia de la Palabra; la Palabra de Dios que nos habla, que nos convoca, que nos reúne; que habla a nuestro corazón y requiere una respuesta. Como buenos discípulos debemos aprender nuevamente a estar atentos en la escucha de la Palabra. Sabemos que en nuestra vida hay muchos ruidos, mucha dispersión, muchas tensiones, y bastantes distracciones que muchas veces no sabemos cómo recogernos, cómo retomarnos; corremos, corremos, corremos y por eso nuestra vida se torna superficial e infecunda

Creo que debemos retomar y poner ciertos gestos y actitudes en nuestra vida: el silencio, la pausa, una respiración profunda, una atenta lectura de la Palabra de Dios, una profunda meditación, reflexión, luego una disponibilidad y una respuesta. Como ven, es un trabajo espiritual y a veces no estamos en condiciones de llevarlo a cabo. Y porque no lo llevamos, nuestras respuestas son efímeras, mediáticas, superficiales y casi nada de profundas.

Es importante volver a escuchar y leer con detenimiento la Palabra de Dios para poder dar nuestra respuesta ¡hagamos la prueba! La Palabra de Dios nos reúne, nos convoca, le preguntamos y Él nos responde. Esa palabra, ese mensaje, no tiene que tocar solamente cosas externas de nuestra vida, ¡tiene que tocar nuestra existencia!

La Palabra es viva, eficaz y vital. Tiene que tocar nuestra vida; tiene que conmover nuestra existencia. No debemos quedarnos del lado de afuera. Debemos dejar que la Palabra entre en nuestro corazón y desde ahí dar una auténtica y profunda respuesta.

Trabajemos espiritualmente y recordemos que Dios nos habla pero reclama y requiere nuestro aporte y  respuesta personal. La voluntad de amor y el amor apoyado en la voluntad.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

domingo, 5 de marzo de 2017

Religión: Respuesta a las tentaciones

Domingo 5 de marzo de 2017 – Primero de Cuaresma
Evangelio según San Mateo 4,1-11- ciclo A
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme". Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.



RESPUESTAS A LAS TENTACIONES

Las tentaciones que el Señor permite, por este atrevimiento del maligno, son muy fuertes y para nosotros, además del testimonio y la fuerza, son un ejemplo para toda la vida. El desierto, que es el lugar de la dificultad, de la prueba, también es el lugar de la intimidad con Dios. Cuarenta días, según el Evangelio, son los cuarenta años de Israel en el lugar de la tentación y la caída: el desierto.

En estas tres tentaciones lo que se demuestra es, fundamentalmente, la afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios, es el Mesías, y que viene a cumplir con la misión de salvarnos. En su aspecto divino, intocable; en su aspecto humano, perfecto pero que permite en su humanidad la aproximación de la tentación. Es allí donde Cristo nos da fuerzas para saber que Él cumplió con la misión. En nuestra vida humana y cristiana, nosotros también tenemos lugares de prueba, de tentación, de vacilación, de purificación y decisiones.

¿Cuáles serían los remedios o las respuestas? en primer lugar, ante la tentación de lo económico, de la comida o de los panes, la respuesta es LA PALABRA DE DIOS. Esa Palabra que nos nutre, nos alimenta, nos robustece. En segundo lugar, la afirmación de que no seguimos a otros señores, SEGUIMOS AL SEÑOR: “no tentarás al Señor, tu Dios.” En tercer lugar, nuestra vida no es el poder, no es el tener, no es el querer, fundamentalmente es saber “ADORAR AL SEÑOR Y A ÉL SOLO RENDIRLE CULTO.”

En esta Cuaresma pensemos esto, tomémoslo como una gracia, como un consuelo, como una misericordia, porque Dios nos permite seguir caminando con claridad; retomar los errores de nuestra vida y saber que, también nosotros con Jesús, tenemos un proyecto: hacer la voluntad del Padre. Pidamos esto al Señor en la Cuaresma.

Y la Iglesia que es probada y también azotada --se ataca a la Iglesia para debilitarla en la integridad de su misión que es el anuncio de Jesucristo-- así como Jesús no lo permitió, que tampoco la Iglesia permita callar el anuncio de que Jesucristo es el Señor.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Mons. Rubén Frassia
Obispo de la diócesis
Avellaneda - Lanús

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