La Comisión diocesana de Comunicación Social, de la diócesis de Avellaneda Lanús -CODIMEC- brinda información referida al accionar de distintas parroquias para enfrentar la pandemia de COVID-19.
Domingo de Ramos: 5 de abril
PARROQUIA NTRA. SRA LA CONQUISTADORA (P. Raúl Herrero): 10 hs. Por Faceboook: parroquia ntra sra la conquistadora. gerli. Avellaneda – Además se repartirán ramos de 11.30 a 12.30 con los debidos cuidados.
PARROQUIA MADRE DE MISERICORDIA (P. Sebastián Gennoni): Aquí vamos a preparar ramos de nuestro olivo del jardín, y vamos a bendecirlos, para poder darle a los parroquianos cuando finalmente puedan volver. Liturgia: transmitiremos con Facebook del obispado
PARROQUIA SAN PABLO Y NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCION (P. Ricardo Nariccio): Domingo de Ramos, desde las 11.30, transmisión por Facebook: Parroquia San Pablo y Ntra. Sra. de Luján – Avellaneda
PARROQUIA SAN LUIS ORIONE (P. Pablo Almada): ¡Te invitamos a colocar una rama de olivo, o lo que tengas en casa, en tu puerta para que podamos recibir a Jesús! Y a que participes en la misa de 11.00 hs en vivo desde nuestro Facebook: Parroquia San Luis Orione – Villa Domínico
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOS TRABAJADORES (P. Adrian Marzili): Domingo 10hs Por el Facebook: Adrián Leonardo Marzilli
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LUJAN – SARANDI (P. Gustavo Ercolino): Domingo 09.30 por Facebook: Lujan Sarandi – por wp 11-2343-8960 / https://www.youtube.com/channel/UCgkRCPrlytNhHoG1J5nqYrw?view_as=subscriber
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO (P. Fernando Abraham): Domingo 11.00 y 20.30 en su Facebook: Comunidad de Oración Jesús Pan de Vida Sitio Oficial
PARROQUIA SAN JOSÉ DE POMPEO (P. Alejandro Zelaya): Santa Misa de Ramos: 18hs Por Facebook: Parroquia San José_Lanús
PARROQUIA EXALTACION DE LA CRUZ (P. Osvaldo de Piero): 5 de abril, bendición on line 10.45 Facebook: Exaltación de la Santa Cruz – Instagram: Parroquia Exaltación – Youtube: Parroquia Exaltación de la Santa Cruz
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN (P. Fabián Esparafita): Domingo 19 hs Facebook: parroquia.delcarmen.125
PARROQUIA SAN PEDRO ARMENGOL (P. Mario Ghisaura): Misa Ramos 11.30hs Facebook: parroquia San Pedro Armengol.
PARROQUIA VIRGEN MADRE (P. Pablo Balario): Bendición de Ramos: Sábado 19 hs y Domingo 11 hs Facebook: Parroquia Virgen Madre Sarandi – y su canal de Youtube https://www.youtube.com/channel/UC3GSPkQXeuY4DmTF2EpqlPw?view_as=subscriber
PARROQUIA CRISTO REDENTOR (P. Marcelo Achaval): Domingo 5, 11.00 hs por Facebook: Parroquia Cristo Redentor
PARROQUIA CATEDRAL NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCION (Monseñor Frassia): Bendicion de ramos 11.00 hs Facebook: Diócesis de Avellaneda-Lanús Sitio Oficial
Homilía de Mons. Rubén Frassia
En este tiempo de emergencia, el obispo de Avellaneda Lanús, Mons. Rubén Frassia, celebra la Santa Misa a las 09 hs en la parroquia Santísima Trinidad y se transmite via facebook live en la página de CODIMEC: diócesis de avellaneda Lanús sitio oficial.
Resumen de su homilía:
“Muchos han sacado de su hogar la cruz, muchos han sacado de sus vidas a Cristo, el crucificado, porque muchas veces pensaron que ya era inútil, que estaba de más, que no tenía significado, que no tenía fuerzas, motivos, o que no daba sentido y se lo ha sacado. Algo peor todavía, pensando que -de alguna manera- ese Cristo es un pasado, un fracasado, alguien que ya no tiene nada que decir. Sin embargo, para el creyente, el que cree de verdad, ese Cristo nos muestra un lenguaje superior y mayor, el lenguaje del amor, el lenguaje de la voluntad que se hace al Padre, el lenguaje de la verdad porque muere por la verdad, y también el lenguaje de la salvación. ¿No será el momento de volver a creer?, ¿no será el momento de dejar de murmurar?, ¿no será el momento de una autentica y verdadera conversión?, pero no solo al mundo sino también a nosotros, miembros de la Iglesia, que hacemos cosas o que cumplimos; muchas veces el cumplimiento está unido en dos palabras: cumplo y miento. Es decir no hay, probablemente, una fe en el Señor crucificado, muerto y resucitado. Hoy le pedimos que nos salve, que nos transforme, que nos cure; ¿qué nos cure qué cosas? ¡Nuestras heridas, nuestras enfermedades, nuestras desconfianzas, nuestras ignorancias, nuestra cerrazón!, ¡todo aquello que está enfermo tiene que ser curado, por fuera y por dentro! Pidamos hoy que Jesús nos siga diciendo algo y que nosotros lo podamos escuchar, entender y seguir.”
Mostrando entradas con la etiqueta Mons. Rubén Frassia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mons. Rubén Frassia. Mostrar todas las entradas
viernes, 3 de abril de 2020
Obispado de Avellaneda: Novedades en tiempo de emergencia
Labels:
Mons. Rubén Frassia,
Obispado,
Religión
sábado, 16 de febrero de 2019
Homilía de Mons. Rubén O. Frassia en Parroquia Nuestra Señora de Lourdes
Queridos hermanos:
Me gustaría ser sintético y breve en esta celebración, porque creo que las cosas grandes y las cosas profundas deben ser simples y deben dejarnos para la reflexión y para la oración.
En primer lugar, Dios hace todo y ha querido entregarnos a su Hijo, el Verbo, por medio de esta mujer que es María. Ella, en atención a su Maternidad Divina, ha sido concebida sin mancha de pecados original y María es elegida para ser Madre de Dios.
Luego, nuestra devoción a María no es una necesidad de nuestras carencias afectivas, sino que es una realidad objetiva propuesta por Dios; el Verbo se hizo carne en el seno virginal de María, y esto es objetivo y concreto; donde la Madre de Dios está muy unida a Cristo y donde Cristo se alimentó y se nutrió del plasma y la sangre de María. Misterio único, insondable, incomparable; la belleza y la bondad de Dios expresada por manos de María.
Dios, en su infinita misericordia, nos va concediendo gracias y ternuras muy especiales. Nos da, nos ofrece su gracia por la presencia misteriosa de María en esta advocación; hay otras apariciones, pero hoy destacamos Nuestra Señora de Lourdes quien elige a tres niñas pequeñas y se manifiesta diciendo “yo soy la Inmaculada Concepción”
La Virgen aparece y se presenta en un momento de tremenda dificultad. Y yo creo que hoy nuestra sociedad, nuestra patria, nuestras familias, las personas mismas, el mundo entero, estamos muy necesitados y debemos recurrir a la gracia de Dios por intercesión de la Virgen María.
Ella es patrona de los enfermos; pero cuando hablamos de enfermos, ¿de qué tipo de enfermos hablamos?, ¿o de qué enfermedades hablamos?; enfermedades físicas, enfermedades psíquicas, enfermedades espirituales, enfermedades morales; dolores tremendos que azotan a muchísimas personas en su historia, en su infancia, en su vida, en la sociedad, en su familia ¡y tantas cosas más!, ¡tantos dolores!
La Virgen tiene una capacidad inmensa de recibir nuestro pedido y de recibir también nuestra intercesión. Queremos pedirle hoy a María ¡por tantas enfermedades!, ¡por tantos enfermos!, que muchos de ellos, estando enfermos ¡enferman a los demás!, y estando enfermos, muchas veces, no reconocen que lo están.
Hay que pedirle para vivir de un modo saneado, para vivir la recuperación, para vivir la transformación, para que nuestras familias vivan en serio, para que las personas vivan en serio, para que la Iglesia viva en serio, para que todos -en nuestra querida patria- vivamos en serio, que no se mienta más y que se nos trate a todos con honestidad, con respeto, con justicia, con laboriosidad y con proyectos. A veces se nos engaña tirándonos un poco de migajas para que las cosas sigan igual.
Hoy le pedimos a la Virgen que Ella, con su ternura de madre que es, que cure a tantos enfermos, que de consuelo a los que están tristes, que de fortaleza a los que están agobiados, a los que les pesa la cruz, la cruz de ellos y a veces la cruz de los demás. Si María le pide a Jesús que transforme el agua en vino, ¿ustedes creen o no que -si la Virgen pide a Jesús- no va a transformar la vida de muchas personas y de muchos hombres? ¡Si, va a transformar!, pero hay que pedirlo con fe.
Aquí me planto, aquí me callo la boca. Que en el silencio de estos breves segundos o minutos le pidamos a Jesús, por medio de la Virgen, por toda nuestra gente para que la luz y la gracia brille en el corazón de todos nosotros. Que así sea.
Me gustaría ser sintético y breve en esta celebración, porque creo que las cosas grandes y las cosas profundas deben ser simples y deben dejarnos para la reflexión y para la oración.
En primer lugar, Dios hace todo y ha querido entregarnos a su Hijo, el Verbo, por medio de esta mujer que es María. Ella, en atención a su Maternidad Divina, ha sido concebida sin mancha de pecados original y María es elegida para ser Madre de Dios.
Luego, nuestra devoción a María no es una necesidad de nuestras carencias afectivas, sino que es una realidad objetiva propuesta por Dios; el Verbo se hizo carne en el seno virginal de María, y esto es objetivo y concreto; donde la Madre de Dios está muy unida a Cristo y donde Cristo se alimentó y se nutrió del plasma y la sangre de María. Misterio único, insondable, incomparable; la belleza y la bondad de Dios expresada por manos de María.
Dios, en su infinita misericordia, nos va concediendo gracias y ternuras muy especiales. Nos da, nos ofrece su gracia por la presencia misteriosa de María en esta advocación; hay otras apariciones, pero hoy destacamos Nuestra Señora de Lourdes quien elige a tres niñas pequeñas y se manifiesta diciendo “yo soy la Inmaculada Concepción”
La Virgen aparece y se presenta en un momento de tremenda dificultad. Y yo creo que hoy nuestra sociedad, nuestra patria, nuestras familias, las personas mismas, el mundo entero, estamos muy necesitados y debemos recurrir a la gracia de Dios por intercesión de la Virgen María.
Ella es patrona de los enfermos; pero cuando hablamos de enfermos, ¿de qué tipo de enfermos hablamos?, ¿o de qué enfermedades hablamos?; enfermedades físicas, enfermedades psíquicas, enfermedades espirituales, enfermedades morales; dolores tremendos que azotan a muchísimas personas en su historia, en su infancia, en su vida, en la sociedad, en su familia ¡y tantas cosas más!, ¡tantos dolores!
La Virgen tiene una capacidad inmensa de recibir nuestro pedido y de recibir también nuestra intercesión. Queremos pedirle hoy a María ¡por tantas enfermedades!, ¡por tantos enfermos!, que muchos de ellos, estando enfermos ¡enferman a los demás!, y estando enfermos, muchas veces, no reconocen que lo están.
Hay que pedirle para vivir de un modo saneado, para vivir la recuperación, para vivir la transformación, para que nuestras familias vivan en serio, para que las personas vivan en serio, para que la Iglesia viva en serio, para que todos -en nuestra querida patria- vivamos en serio, que no se mienta más y que se nos trate a todos con honestidad, con respeto, con justicia, con laboriosidad y con proyectos. A veces se nos engaña tirándonos un poco de migajas para que las cosas sigan igual.
Hoy le pedimos a la Virgen que Ella, con su ternura de madre que es, que cure a tantos enfermos, que de consuelo a los que están tristes, que de fortaleza a los que están agobiados, a los que les pesa la cruz, la cruz de ellos y a veces la cruz de los demás. Si María le pide a Jesús que transforme el agua en vino, ¿ustedes creen o no que -si la Virgen pide a Jesús- no va a transformar la vida de muchas personas y de muchos hombres? ¡Si, va a transformar!, pero hay que pedirlo con fe.
Aquí me planto, aquí me callo la boca. Que en el silencio de estos breves segundos o minutos le pidamos a Jesús, por medio de la Virgen, por toda nuestra gente para que la luz y la gracia brille en el corazón de todos nosotros. Que así sea.
Labels:
Mons. Rubén Frassia,
Religión
lunes, 11 de febrero de 2019
Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia
El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 5,1-11: “Dejando todo lo siguieron”.
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
“Dejando todo lo siguieron”
¡Qué hermoso texto! Ahí vemos cómo Dios siempre nos va llevando a planos superiores, a estadios diferentes. Parte de una experiencia humana, concreta, laboral y nos lleva a provocar un encuentro con Él. Un encuentro que se revela, nos modifica, nos toca, nos invita al anuncio porque nadie puede anunciar si primero no se encuentra con el Señor.
Fijémonos: los pescadores -Simón Pedro y otros- eran avezados, conocían perfectamente la tarea de la pesca; pero habían pasado toda la noche y no pescaron nada, “no había pique”, lo sabían perfectamente. Pero Jesús les dice “naveguen mar adentro y echen las redes”, es allí que Simón Pedro le dice “bueno Señor, pero mira que no va a pasar nada, pero si tú lo dices, en tu nombre echaré las redes”; es así que en el nombre de Jesús, en el nombre de Dios, al echar las redes obtienen una pesca fabulosa y extraordinaria.
¡Así son las cosas! Muchas veces nos encontramos ante la experiencia de lo imposible: “no pasa nada”, “hemos experimentado”, “las cosas no salen bien”, “todo está mal”, pero de nuevo viene la Palabra de Jesús “¡ánimo, en mi nombre echen las redes!” y eso es lo que hay que hacer, en su nombre intentar de nuevo, creer que con Él las cosas pueden cambiar, se pueden modificar, se pueden transformar.
Cuando uno descubre que el Señor obra, que el Señor hace, que el Señor puede, es todopoderoso, lleno de misericordia, de ternura y de bondad, lo que suscita en nosotros, los sujetos, es la gratitud y el reconocimiento.
“¡Aléjate de mí Señor, porque soy un pecador!, porque no estoy limpio, tengo el corazón endurecido, soy un desconfiado, soy un egoísta, vivo en el individualismo, me busco siempre a mí, no me importan los demás ¡soy un pecador!” Pero ante la presencia del Señor se provoca el cambio y la transformación.
Queridos hermanos, que seamos capaces de reconocer que Dios obra y que para anunciarlo primero hay que conocerlo. Y se lo conoce porque Él se revela y la revelación suscita nuestra vocación y consolida nuestra misión. A veces nuestra misión se empalidece porque no hay calidad del encuentro con Él. Por eso el anuncio no tiene fuerza.
Que nos dejemos encontrar por Él, que lo anunciemos y cumplamos con nuestra misión. “Y dejando todo lo siguieron”, dejando todas nuestras miserias también sigamos a Jesús.
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
“Dejando todo lo siguieron”
¡Qué hermoso texto! Ahí vemos cómo Dios siempre nos va llevando a planos superiores, a estadios diferentes. Parte de una experiencia humana, concreta, laboral y nos lleva a provocar un encuentro con Él. Un encuentro que se revela, nos modifica, nos toca, nos invita al anuncio porque nadie puede anunciar si primero no se encuentra con el Señor.
Fijémonos: los pescadores -Simón Pedro y otros- eran avezados, conocían perfectamente la tarea de la pesca; pero habían pasado toda la noche y no pescaron nada, “no había pique”, lo sabían perfectamente. Pero Jesús les dice “naveguen mar adentro y echen las redes”, es allí que Simón Pedro le dice “bueno Señor, pero mira que no va a pasar nada, pero si tú lo dices, en tu nombre echaré las redes”; es así que en el nombre de Jesús, en el nombre de Dios, al echar las redes obtienen una pesca fabulosa y extraordinaria.
¡Así son las cosas! Muchas veces nos encontramos ante la experiencia de lo imposible: “no pasa nada”, “hemos experimentado”, “las cosas no salen bien”, “todo está mal”, pero de nuevo viene la Palabra de Jesús “¡ánimo, en mi nombre echen las redes!” y eso es lo que hay que hacer, en su nombre intentar de nuevo, creer que con Él las cosas pueden cambiar, se pueden modificar, se pueden transformar.
Cuando uno descubre que el Señor obra, que el Señor hace, que el Señor puede, es todopoderoso, lleno de misericordia, de ternura y de bondad, lo que suscita en nosotros, los sujetos, es la gratitud y el reconocimiento.
“¡Aléjate de mí Señor, porque soy un pecador!, porque no estoy limpio, tengo el corazón endurecido, soy un desconfiado, soy un egoísta, vivo en el individualismo, me busco siempre a mí, no me importan los demás ¡soy un pecador!” Pero ante la presencia del Señor se provoca el cambio y la transformación.
Queridos hermanos, que seamos capaces de reconocer que Dios obra y que para anunciarlo primero hay que conocerlo. Y se lo conoce porque Él se revela y la revelación suscita nuestra vocación y consolida nuestra misión. A veces nuestra misión se empalidece porque no hay calidad del encuentro con Él. Por eso el anuncio no tiene fuerza.
Que nos dejemos encontrar por Él, que lo anunciemos y cumplamos con nuestra misión. “Y dejando todo lo siguieron”, dejando todas nuestras miserias también sigamos a Jesús.
Labels:
Mons. Rubén Frassia,
Religión
domingo, 11 de marzo de 2018
Cuaresma 3: Aceptación o rechazo de la luz
Queridos hermanos: el misterio de Dios, el misterio de Cristo, la cruz --que para algunos es un lugar de derrota, o una tragedia sin sentido ni explicación, o un fracaso rotundo-- es donde en verdad el Señor nos compra, nos redime, nos salva. En Israel, antiguamente, la sangre del cordero era parte de un rito de purificación, con la sangre que se rociaba el pueblo era purificado. Con la Sangre del Cordero Inmaculado, de Cristo, con la Sangre Divina del Hijo de Dios, Él nos vuelve a comprar. Por eso la palabra es redimir, que en latín significa “volver a comprar”.
Por eso, mirar la cruz, mirar al Crucificado, es creer en Él y saber que el mérito es suyo y no nuestro; que la salvación viene por la gracia de Dios, es un regalo de Dios inmerecidamente y somos nosotros deudores insolventes del amor de Dios. Por lo tanto la gracia nos viene solamente de parte de Jesucristo.
Esa gracia, que viene a nosotros, también nos exige una participación, una respuesta, aceptación de la luz o rechazo de la luz; aceptación de vivir en la verdad o vivir en la mentira; aceptación de vivir en el amor o vivir en el odio; aceptación de que realmente el Señor quiere inundarnos con el esplendor de su gracia, con la intensidad de su luz. Podemos decirlo de esta forma: la salvación objetiva es la de Cristo y la salvación subjetiva es nuestra respuesta y nuestra participación.
Muchas veces los hombres tardamos mucho en darnos cuenta, a veces pueden ser hasta años; cuando uno pueda llegar a pegar un salto, a brincar, a tener una mayor calidad de vida, de una cosa mezquina, egoísta, a una cosa profunda y real.
Que en esta Cuaresma, mirando al Crucificado, podamos entender todas las cosas y tener fuerzas para seguirlo e imitarlo. “Se lo sigue y se lo imita”, decía San Agustín y que vivamos en la luz, no en las tinieblas.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Frassia
Obispo de Avellaneda - Lanús
Por eso, mirar la cruz, mirar al Crucificado, es creer en Él y saber que el mérito es suyo y no nuestro; que la salvación viene por la gracia de Dios, es un regalo de Dios inmerecidamente y somos nosotros deudores insolventes del amor de Dios. Por lo tanto la gracia nos viene solamente de parte de Jesucristo.
Esa gracia, que viene a nosotros, también nos exige una participación, una respuesta, aceptación de la luz o rechazo de la luz; aceptación de vivir en la verdad o vivir en la mentira; aceptación de vivir en el amor o vivir en el odio; aceptación de que realmente el Señor quiere inundarnos con el esplendor de su gracia, con la intensidad de su luz. Podemos decirlo de esta forma: la salvación objetiva es la de Cristo y la salvación subjetiva es nuestra respuesta y nuestra participación.
Muchas veces los hombres tardamos mucho en darnos cuenta, a veces pueden ser hasta años; cuando uno pueda llegar a pegar un salto, a brincar, a tener una mayor calidad de vida, de una cosa mezquina, egoísta, a una cosa profunda y real.
Que en esta Cuaresma, mirando al Crucificado, podamos entender todas las cosas y tener fuerzas para seguirlo e imitarlo. “Se lo sigue y se lo imita”, decía San Agustín y que vivamos en la luz, no en las tinieblas.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Frassia
Obispo de Avellaneda - Lanús
Labels:
homilía,
Mons. Rubén Frassia,
Religión
jueves, 13 de julio de 2017
Cooperativa "Huesitos" - Fábrica recuperada
Homilía de Mons. Rubén Frassia, obispo de la diócesis de Avellaneda - Lanús.
Queridos hermanos:
La primera reflexión para compartir con ustedes es que Dios nos ha creado y que nosotros somos hechura de su mano. Ninguno de nosotros eligió vivir, ninguno decidió en el momento, cuando antes era nada, y dijo “yo quiero nacer”; la vida la recibimos, es un regalo y cuando te hacen un regalo uno lo abre y dice ¡gracias! Es así que, la primera afirmación por parte de Dios y de nuestros padres es que la vida nosotros la recibimos y la primera palabra que siempre tenemos que decir es ¡gracias! No seamos ingratos ni desagradecidos.
En segundo lugar, como la vida la recibimos y en eso somos todos iguales, tenemos que trabajarla, desarrollarla, cultivarla; así el niño aprende y uno mismo va aprendiendo. Hay gente que aprende bien y hay gente que aprende mal; hay gente que se le enseña y hay otra gente que no se le enseña, esto es cierto. Muchas veces en la sociedad, nosotros y los sistemas, hacemos diferencias. ¿Por qué? Porque los chicos no están bien alimentados, no tienen una maestra que les enseñe, en la casa nadie les enseña y, en lugar de aprender, oyen gritos, a veces golpes o indiferencias. Nadie escapa a las cosas que uno recibe, por lo tanto tengamos en cuenta que el esfuerzo de cada uno es importante.
Con esto se afirma aquello de “a mí me hicieron así”; es cierto, pero uno tiene que decir “yo que soy responsable de mi vida, ¿qué estoy haciendo con ella?, ¿cómo la estoy llevando?, ¿cómo la estoy desarrollando? Dicho de otra manera, cada uno es responsable de su crecimiento, de su evolución; o cada uno es responsable de su no crecimiento e involución. En esto nadie puede eximirse de nada.
En cuanto al trabajo, ¡todos tenemos derecho al trabajo!, porque es un derecho humano y nadie debe quitárnoslo. Esto no es de ahora, es de hace décadas, de hace mucho tiempo; no vamos a ser injustos diciendo “es un tema de ahora”, fue siempre así y lamentablemente en muchos momentos de la vida. Pero sí creo que las cosas hay que mejorarlas, hay que cambiarlas, hay que modificarlas, y sobre todo ustedes con la cooperativa, ¡no aflojen!, ¡no tiren la toalla!, ¡sigan luchando! Ciertamente uno tiene que dialogar, tiene que informarse, pero es posible que esto siga en pie, de distintas maneras, pero que siga en pie ¡y no se dejen comprar! El trabajo es importante. El trabajo presente y el futuro, el de ustedes, el de sus hijos, porque cuántos de ellos están adhiriéndose y esperando para ser socios de la cooperativa.
Hay que resistir, hay que perseverar, hay que seguir adelante con tesón y con mucha fuerza. Dios siempre nos da fuerzas, nos ayuda, no nos abandona, pero también quiere de nuestra parte un esfuerzo y una perseverancia. La verdad, el diálogo, el respeto, el no insultar a nadie. En lo social uno puede decir “hay gente adversaria”, pero no traten a nadie como enemigos porque eso no es bueno; serán adversarios porque no pensamos lo mismo, pensamos distinto y porque somos iguales podemos ser distintos y podemos ser distintos porque somos iguales; siempre tener el señorío, la dignidad de la verdad, la humildad, el respeto, el cuidado y el amor.
Porque, ¿qué nos vamos a llevar de acá? ¿Ustedes creen que alguien se lleva algo?; nadie se lleva nada. Lo más importantes es que la vida que vivimos, larga o corta, debemos vivirla con señorío y con dignidad, con trabajo y honestidad, con respeto, con cuidado, con servicio, con entrega y con ayuda a los demás, ¡eso es lo que nos llevamos! Nuestras manos tienen que estar cargados de buenas obras; las otras cosas son tan efímeras y tan superficiales que no duran nada.
El obrero, el trabajador, los que están acá, hay que enseñar de nuevo a la sociedad, hay que enseñar de nuevo a las instituciones, hay que enseñar de nuevo a los políticos, hay que enseñar de nuevo a mucha gente que las cosas se logran y se consiguen con honestidad, con trabajo, con esfuerzo, con verdad ¡y con justicia! Puedo nombrar todas esas palabras, pero lo importante es que se encarnen; porque para hablar, hablamos todos.
Les prometo y les digo que Dios no los va abandonar jamás, pero ¡qué bueno que ustedes cuenten con Dios! y qué bueno será saber que Dios puede contar con ustedes; porque es un pacto, no cosas mágicas, es un diálogo, una participación; Él se nos da pero también nos pide una respuesta; Él nos ama y también nos pide que lo amemos; Él nos cuida y nos pide que cuidemos a los demás; Él nos trata bien y nos pide que tratemos bien a los demás. ¡Sí, la vida cristiana es simple, no la compliquemos, sólo hay que vivirla!
Que Dios los bendiga y que les siga dando fuerzas.
Que así sea.-
Queridos hermanos:
La primera reflexión para compartir con ustedes es que Dios nos ha creado y que nosotros somos hechura de su mano. Ninguno de nosotros eligió vivir, ninguno decidió en el momento, cuando antes era nada, y dijo “yo quiero nacer”; la vida la recibimos, es un regalo y cuando te hacen un regalo uno lo abre y dice ¡gracias! Es así que, la primera afirmación por parte de Dios y de nuestros padres es que la vida nosotros la recibimos y la primera palabra que siempre tenemos que decir es ¡gracias! No seamos ingratos ni desagradecidos.
En segundo lugar, como la vida la recibimos y en eso somos todos iguales, tenemos que trabajarla, desarrollarla, cultivarla; así el niño aprende y uno mismo va aprendiendo. Hay gente que aprende bien y hay gente que aprende mal; hay gente que se le enseña y hay otra gente que no se le enseña, esto es cierto. Muchas veces en la sociedad, nosotros y los sistemas, hacemos diferencias. ¿Por qué? Porque los chicos no están bien alimentados, no tienen una maestra que les enseñe, en la casa nadie les enseña y, en lugar de aprender, oyen gritos, a veces golpes o indiferencias. Nadie escapa a las cosas que uno recibe, por lo tanto tengamos en cuenta que el esfuerzo de cada uno es importante.
Con esto se afirma aquello de “a mí me hicieron así”; es cierto, pero uno tiene que decir “yo que soy responsable de mi vida, ¿qué estoy haciendo con ella?, ¿cómo la estoy llevando?, ¿cómo la estoy desarrollando? Dicho de otra manera, cada uno es responsable de su crecimiento, de su evolución; o cada uno es responsable de su no crecimiento e involución. En esto nadie puede eximirse de nada.
En cuanto al trabajo, ¡todos tenemos derecho al trabajo!, porque es un derecho humano y nadie debe quitárnoslo. Esto no es de ahora, es de hace décadas, de hace mucho tiempo; no vamos a ser injustos diciendo “es un tema de ahora”, fue siempre así y lamentablemente en muchos momentos de la vida. Pero sí creo que las cosas hay que mejorarlas, hay que cambiarlas, hay que modificarlas, y sobre todo ustedes con la cooperativa, ¡no aflojen!, ¡no tiren la toalla!, ¡sigan luchando! Ciertamente uno tiene que dialogar, tiene que informarse, pero es posible que esto siga en pie, de distintas maneras, pero que siga en pie ¡y no se dejen comprar! El trabajo es importante. El trabajo presente y el futuro, el de ustedes, el de sus hijos, porque cuántos de ellos están adhiriéndose y esperando para ser socios de la cooperativa.
Hay que resistir, hay que perseverar, hay que seguir adelante con tesón y con mucha fuerza. Dios siempre nos da fuerzas, nos ayuda, no nos abandona, pero también quiere de nuestra parte un esfuerzo y una perseverancia. La verdad, el diálogo, el respeto, el no insultar a nadie. En lo social uno puede decir “hay gente adversaria”, pero no traten a nadie como enemigos porque eso no es bueno; serán adversarios porque no pensamos lo mismo, pensamos distinto y porque somos iguales podemos ser distintos y podemos ser distintos porque somos iguales; siempre tener el señorío, la dignidad de la verdad, la humildad, el respeto, el cuidado y el amor.
Porque, ¿qué nos vamos a llevar de acá? ¿Ustedes creen que alguien se lleva algo?; nadie se lleva nada. Lo más importantes es que la vida que vivimos, larga o corta, debemos vivirla con señorío y con dignidad, con trabajo y honestidad, con respeto, con cuidado, con servicio, con entrega y con ayuda a los demás, ¡eso es lo que nos llevamos! Nuestras manos tienen que estar cargados de buenas obras; las otras cosas son tan efímeras y tan superficiales que no duran nada.
El obrero, el trabajador, los que están acá, hay que enseñar de nuevo a la sociedad, hay que enseñar de nuevo a las instituciones, hay que enseñar de nuevo a los políticos, hay que enseñar de nuevo a mucha gente que las cosas se logran y se consiguen con honestidad, con trabajo, con esfuerzo, con verdad ¡y con justicia! Puedo nombrar todas esas palabras, pero lo importante es que se encarnen; porque para hablar, hablamos todos.
Les prometo y les digo que Dios no los va abandonar jamás, pero ¡qué bueno que ustedes cuenten con Dios! y qué bueno será saber que Dios puede contar con ustedes; porque es un pacto, no cosas mágicas, es un diálogo, una participación; Él se nos da pero también nos pide una respuesta; Él nos ama y también nos pide que lo amemos; Él nos cuida y nos pide que cuidemos a los demás; Él nos trata bien y nos pide que tratemos bien a los demás. ¡Sí, la vida cristiana es simple, no la compliquemos, sólo hay que vivirla!
Que Dios los bendiga y que les siga dando fuerzas.
Que así sea.-
domingo, 5 de marzo de 2017
Religión: Respuesta a las tentaciones
Domingo 5 de marzo de 2017 – Primero de Cuaresma
Evangelio según San Mateo 4,1-11- ciclo A
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme". Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
RESPUESTAS A LAS TENTACIONES
Las tentaciones que el Señor permite, por este atrevimiento del maligno, son muy fuertes y para nosotros, además del testimonio y la fuerza, son un ejemplo para toda la vida. El desierto, que es el lugar de la dificultad, de la prueba, también es el lugar de la intimidad con Dios. Cuarenta días, según el Evangelio, son los cuarenta años de Israel en el lugar de la tentación y la caída: el desierto.
En estas tres tentaciones lo que se demuestra es, fundamentalmente, la afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios, es el Mesías, y que viene a cumplir con la misión de salvarnos. En su aspecto divino, intocable; en su aspecto humano, perfecto pero que permite en su humanidad la aproximación de la tentación. Es allí donde Cristo nos da fuerzas para saber que Él cumplió con la misión. En nuestra vida humana y cristiana, nosotros también tenemos lugares de prueba, de tentación, de vacilación, de purificación y decisiones.
¿Cuáles serían los remedios o las respuestas? en primer lugar, ante la tentación de lo económico, de la comida o de los panes, la respuesta es LA PALABRA DE DIOS. Esa Palabra que nos nutre, nos alimenta, nos robustece. En segundo lugar, la afirmación de que no seguimos a otros señores, SEGUIMOS AL SEÑOR: “no tentarás al Señor, tu Dios.” En tercer lugar, nuestra vida no es el poder, no es el tener, no es el querer, fundamentalmente es saber “ADORAR AL SEÑOR Y A ÉL SOLO RENDIRLE CULTO.”
En esta Cuaresma pensemos esto, tomémoslo como una gracia, como un consuelo, como una misericordia, porque Dios nos permite seguir caminando con claridad; retomar los errores de nuestra vida y saber que, también nosotros con Jesús, tenemos un proyecto: hacer la voluntad del Padre. Pidamos esto al Señor en la Cuaresma.
Y la Iglesia que es probada y también azotada --se ataca a la Iglesia para debilitarla en la integridad de su misión que es el anuncio de Jesucristo-- así como Jesús no lo permitió, que tampoco la Iglesia permita callar el anuncio de que Jesucristo es el Señor.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Frassia
Obispo de la diócesis
Avellaneda - Lanús
Evangelio según San Mateo 4,1-11- ciclo A
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme". Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
RESPUESTAS A LAS TENTACIONES
Las tentaciones que el Señor permite, por este atrevimiento del maligno, son muy fuertes y para nosotros, además del testimonio y la fuerza, son un ejemplo para toda la vida. El desierto, que es el lugar de la dificultad, de la prueba, también es el lugar de la intimidad con Dios. Cuarenta días, según el Evangelio, son los cuarenta años de Israel en el lugar de la tentación y la caída: el desierto.
En estas tres tentaciones lo que se demuestra es, fundamentalmente, la afirmación de que Jesús es el Hijo de Dios, es el Mesías, y que viene a cumplir con la misión de salvarnos. En su aspecto divino, intocable; en su aspecto humano, perfecto pero que permite en su humanidad la aproximación de la tentación. Es allí donde Cristo nos da fuerzas para saber que Él cumplió con la misión. En nuestra vida humana y cristiana, nosotros también tenemos lugares de prueba, de tentación, de vacilación, de purificación y decisiones.
¿Cuáles serían los remedios o las respuestas? en primer lugar, ante la tentación de lo económico, de la comida o de los panes, la respuesta es LA PALABRA DE DIOS. Esa Palabra que nos nutre, nos alimenta, nos robustece. En segundo lugar, la afirmación de que no seguimos a otros señores, SEGUIMOS AL SEÑOR: “no tentarás al Señor, tu Dios.” En tercer lugar, nuestra vida no es el poder, no es el tener, no es el querer, fundamentalmente es saber “ADORAR AL SEÑOR Y A ÉL SOLO RENDIRLE CULTO.”
En esta Cuaresma pensemos esto, tomémoslo como una gracia, como un consuelo, como una misericordia, porque Dios nos permite seguir caminando con claridad; retomar los errores de nuestra vida y saber que, también nosotros con Jesús, tenemos un proyecto: hacer la voluntad del Padre. Pidamos esto al Señor en la Cuaresma.
Y la Iglesia que es probada y también azotada --se ataca a la Iglesia para debilitarla en la integridad de su misión que es el anuncio de Jesucristo-- así como Jesús no lo permitió, que tampoco la Iglesia permita callar el anuncio de que Jesucristo es el Señor.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Frassia
Obispo de la diócesis
Avellaneda - Lanús
Labels:
Evangelio,
Mons. Rubén Frassia,
Religión
miércoles, 1 de marzo de 2017
1 de marzo: Miércoles de ceniza
Comienza la Cuaresma que, como dice nuestro Obispo, “es el camino para seguir los pasos de Jesucristo, y al seguir sus huellas, que nos dé la fuerza de una verdadera conversión con un verdadero seguimiento”. Entramos así al tiempo de preparación para la fiesta de la Pascua que dura cuarenta días.
El miércoles está marcado por una celebración en la que el sacerdote traza una cruz con ceniza sobre cada fiel, diciéndole: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Las cenizas proceden de los ramos de olivo del año anterior, quemados para esta ocasión. Esta costumbre es una antigua práctica penitencial que se remonta al pueblo judío. De allí que la Cuaresma es un periodo de penitencia, de ayuno, pero se trata sobre todo de privarse de lo superfluo para dedicarse más profundamente a los demás -por medio de la limosna- y a Dios -por medio de la oración-.
Con esta práctica también recordamos el retiro que Jesús realizó al desierto -durante 40 días- para rezar y meditar.
Mons. Frassia celebra el inicio de la Cuaresma en la Catedral diocesana- “Nuestra Señora de la Asunción”- a las 19,00 Hs.
lunes, 16 de mayo de 2016
En Pentecostés nació la Iglesia
Cristo Resucitado muestra a los Apóstoles que Él nos da su paz; una paz que es verdadera, estable, para siempre; no es un momento fugaz, la fugacidad, la caducidad, aquello que dura brevemente, eso NO. Dios, con su Espíritu nos da una paz que llega al alma, que está, que permanece con nosotros y para nosotros.
Luego, es importante no tener miedo porque es Él que está en nosotros, con nosotros, que camina con nosotros. En este mundo que vivimos -tan atareados, corriendo, tan del consumo interno, de las cosas que provocan cansancio, desgaste y hastío- Dios nos da algo fundamental: lo permanente; el amor de Dios no tiene comparación. Nos da su paz y nos dice “no se la guarden”, “como el Padre me envió a mí yo también los envío a ustedes, vayan, anuncien, lleven el nombre del Señor a los demás”
Así deja a la Iglesia ciertas encomiendas. Primero nos da le Espíritu Santo fundamentalmente a los sacerdotes, a los obispos -sucesores de los Apóstoles- algo que nos supera enormemente: el poder de Dios en los servicios que nosotros administramos en la Iglesia. Cuando bautizamos, cuando confirmamos, cuando ungimos a un enfermo, cuando bendecimos a los demás, cuando consagramos -en el nombre del Señor- ese Pan que se convierte en el Cuerpo de Cristo, ese Vino que se transforma en la Sangre de Cristo, cuando bendecimos una unión matrimonial, cuando consagramos a un sacerdote o a un obispo, cuando perdonamos los pecados; Cristo y el Espíritu Santo, en la Iglesia, causa y produce la gracia y al hacerlo transforma, cambia, “hace nuevas todas las cosas”.
Que tengamos conciencia de lo que Dios nos confía; que tengamos gratitud de recibir todo lo que Él, en su misericordia, nos quiere ofrecer; que vivamos convencidos como Pueblo de Dios; que no nos guardemos para nosotros lo que tenemos que llevar a los demás. Cristo y su Espíritu quieren contar con nosotros y que nosotros contemos siempre con Él.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Frassia
Obispo de Avellaneda - Lanús
Luego, es importante no tener miedo porque es Él que está en nosotros, con nosotros, que camina con nosotros. En este mundo que vivimos -tan atareados, corriendo, tan del consumo interno, de las cosas que provocan cansancio, desgaste y hastío- Dios nos da algo fundamental: lo permanente; el amor de Dios no tiene comparación. Nos da su paz y nos dice “no se la guarden”, “como el Padre me envió a mí yo también los envío a ustedes, vayan, anuncien, lleven el nombre del Señor a los demás”
Así deja a la Iglesia ciertas encomiendas. Primero nos da le Espíritu Santo fundamentalmente a los sacerdotes, a los obispos -sucesores de los Apóstoles- algo que nos supera enormemente: el poder de Dios en los servicios que nosotros administramos en la Iglesia. Cuando bautizamos, cuando confirmamos, cuando ungimos a un enfermo, cuando bendecimos a los demás, cuando consagramos -en el nombre del Señor- ese Pan que se convierte en el Cuerpo de Cristo, ese Vino que se transforma en la Sangre de Cristo, cuando bendecimos una unión matrimonial, cuando consagramos a un sacerdote o a un obispo, cuando perdonamos los pecados; Cristo y el Espíritu Santo, en la Iglesia, causa y produce la gracia y al hacerlo transforma, cambia, “hace nuevas todas las cosas”.
Que tengamos conciencia de lo que Dios nos confía; que tengamos gratitud de recibir todo lo que Él, en su misericordia, nos quiere ofrecer; que vivamos convencidos como Pueblo de Dios; que no nos guardemos para nosotros lo que tenemos que llevar a los demás. Cristo y su Espíritu quieren contar con nosotros y que nosotros contemos siempre con Él.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Frassia
Obispo de Avellaneda - Lanús
Suscribirse a:
Entradas (Atom)