La Sagrada Familia. Las virtudes que se tienen que vivir y se viven en cada una de ellas y cómo la fe no desprecia la familia; la fe, al contrario, potencia la familia. La familia tiene que acunarse, estar presente, amasar las cosas; esas virtudes que son humanas y no que vivan por compromiso o por accidente, o porque “bueno, así están dadas las cosas”
Que los padres atiendan a los hijos, que los escuchen, que les hablen, que los comprendan, ¡que se interesen por ellos! Que los hijos respeten a sus padres, porque los padres no solo tienen obligación de dar sino que también tienen que ser reconocidos, respetados, y por qué no, amados.
Que cada uno de los miembros de la familia no sean “ausentes”, que no hagan “rancho aparte” en otro lado, que no “coman” en otro lugar, que coman en su casa el afecto, las virtudes, el respeto, las relaciones humanas entre ellos; que no se busque afuera porque no se tiene dentro.
La fe, la familia, las virtudes domésticas, son importantes a cultivar, a desarrollar, a acrecentar, a vivir, a encarnar y a transmitir. ¡Hay familias rotas, quebradas, disfuncionales, ausentes, perversas! Todo eso tiene que ser modificado. La institución matrimonial no está acabada, lo que está debilitado es la participación y los agentes de familia. Llamemos las cosas por su nombre: hay publicidades donde, de alguna manera, el matrimonio y las familias deben durar muy poco, ¿por qué?, por el fracaso y no porque tiene que durar poco.
Que cada uno de nosotros, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia, cuidemos, protejamos, recemos y nos alimentemos en la fe. Que Dios y la Virgen nos bendigan y también a nuestra querida nación. ¡FELIZ AÑO NUEVO!
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Frassia
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